Cuando mueres sin cónyuge, ni hijos, ni hermanos, ni sobrinos, ni primos, ni padre, ni madre, ... La maquinaria del Estado se pone entonces en marcha para quedarse con todos sus bienes.
Cada año la relación de ingresos del Ministerio de Economía y Hacienda engorda gracias a los abintestatos (adjudicación de los bienes de quienes mueren sin haber hecho testamento)
Sin dichos documentos, la ley convoca a determinadas personas para heredar: cónyuge viudo, descendientes y familiares hasta el cuarto grado de parentesco, ascendientes incluidos. No es habitual, pero a veces esos beneficiarios han muerto o nunca han existido -si no ha habido descendencia-, y empieza un proceso de sucesión abintestato a favor de la administración.
Las personas cuyo patrimonio acaba en manos del Estado responden casi siempre al mismo perfil: ancianos que han pasado sus últimos años en residencias y quieren que su capital se invierta en beneficio del lugar donde han acabado sus días. Hay excepciones, jóvenes solos en el mundo que han heredado fortunas y mueren de forma prematura sin descendencia, pero menos.
Las cantidades no son despreciables. El último informe de la Dirección General de Patrimonio del Estado detalla que en 2009 se finalizaron 138 expedientes de abintestato y 96 de ellos se ejecutaron. Fruto de las liquidaciones el Estado ingresó 4.407.686 euros. El año de la recesión tampoco fue bueno en este capítulo. El número de liquidaciones cayó un 28% y su importe se desplomó un 60% respecto de 2008, cuando Hacienda recaudó por esta vía unos 11 millones de euros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario